1. Hacer
una relación entre actitudes y aptitudes. Es primordial que nuestra elección
venga cargada de un perfecto conocimiento de lo que nos
gusta y de lo que somos capaces de hacer.
2. Imaginarse ejerciendo la profesión cuando tenga
cuarenta años y si la actividad a realizar va acorde con sus intereses y
condiciones personales. ¿Te sientes a gusto y satisfecho?
3.
Considerar el salario que probablemente
tendrá y si está contento con la respuesta. Por lo menos, un médico ganará más
que un maestro, pero quizás esto no sea tan importante para el candidato porque
la enseñanza lo hace feliz.
4. Pensar
en la oferta de empleo. A veces es necesario ser rigurosos
e investigar si hay necesidad en el mercado laboral de la carrera que se piensa
elegir. De nada sirve ser astronauta si donde se piensa vivir no hay actividad
de ese tipo.
5.
Calcular los costos de la carrera. ¿Mi familia podrá pagar
los gastos semestrales o anuales de materiales y libros que se requieren? ¿ Y
el tiempo que me llevará ? Por ejemplo, los odontólogos y arquitectos gastan
mucho dinero en relación con otras carreras universitarias.
6. La institución debe ser la adecuada. Este es otro
detalle importante. De repente nos encantaría ser abogados pero la carrera no
está disponible en la universidad en la que podemos ingresar, o de repente hay
varias opciones pero hay que estudiar cuál es la mejor en el área que nos
gusta. La idea es formarnos como excelentes profesionales.
7. La decisión que tomes no es inamovible ni irreversible.
Probar, ensayar y rectificar es normal y natural; también en la elección de
estudios.
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